TEORÍA DE PIAGET
Piaget se basó en dos aspectos del razonamiento moral para formular sus teorías: el respeto por las reglas y la idea de justicia de los niños. Con base en las respuestas que los niños daban a sus preguntas, Piaget estableció varias etapas de desarrollo moral. Esta forma de entender el proceso moral se conoce como teoría cognitiva-evolutiva, y de manera simple: busca entender la moralidad de adentro hacia afuera, como entendimiento del sujeto que luego se expresa en sus actitudes. Piaget explicó, que para entender la moralidad del sujeto no solo es necesario ahondar en su discurso –principio que regía muchas de las investigaciones de lo moral en su época-, sino que era esencial definir su estructura cognitiva, es decir, la lógica y los patrones de pensamiento que rigen el entendimiento moral básico del individuo.
Etapa premoral
Esta etapa abarca
los cinco primeros años de la vida del niño, cuando aún no tiene mucha
conciencia o consideración por las reglas. De los dos a los seis años los niños
son capaces de representar las cosas y las acciones por medio del lenguaje,
esto les permite recordar sus acciones y relatar sus intenciones para el
futuro. Sin embargo, no pueden aún realizar razonamientos abstractos, por lo
que no pueden comprender el significado de las normas generales. Esto hace que las
vean como cosas concretas imposibles de variar que se han de cumplir en su
sentido literal. Estas normas son, además, exteriores a los niños, impuestas
por los adultos, por lo tanto la moral se caracteriza en esta fase de
desarrollo por la heteronomía.
Etapa heterónoma o del realismo moral:
Esta etapa se da
entre los 5 y los 10 años. Los niños en esta edad tienden a considerar que las
reglas son impuestas por figuras de autoridad poderosas, como podrían ser sus padres, Dios o
la policía. Piensan además que las normas son sagradas e inalterables, abordan
cualquier asunto moral desde una perspectiva dicotómica de bien o mal, y creen
en una justicia inminente, es decir, que piensan que cualquier mal acto, tarde
o temprano será castigado. De los siete a los once años, los niños adquieren la
capacidad de realizar operaciones mentales con los objetos que tienen delante.
No pueden aún hacer generalizaciones abstractas pero se dan cuenta de la
reversibilidad de algunos cambios físicos y de las posibilidades del
pensamiento para detectar relaciones entre las cosas. Las normas dejan de ser
vistas como cosas reales que tienen su origen en una autoridad absoluta y
exterior -los adultos- y comienzan a basarse en el respeto mutuo entre los
compañeros de juego, los iguales. De aquí surge la noción de la
convencionalidad de las normas o reglas de los juegos, que son vistas como
productos de acuerdos entre los jugadores. Surgen sentimientos morales como la
honestidad -necesaria para que los juegos funcionen- y la justicia.
Etapa autónoma
A partir de los 10
años los niños ya se percatan de que las reglas son acuerdos arbitrarios que
pueden ser impugnados y modificados con el consentimiento de las personas a las
que rigen. Creen que las reglas pueden ser violadas para atender las
necesidades humanas y tienen en cuenta la intencionalidad del actor más que las
consecuencias del acto. Han aprendido que algunos crímenes pasan desapercibidos
y no son castigados. De los doce años en adelante los niños sufren cambios
biológicos y psicológicos radicales. Se produce la maduración sexual, pero
también una maduración biológica general que potencia el desarrollo intelectual
y moral. Los niños, en esta etapa, se convierten en adolescentes y sus
estructuras de conocimiento permiten ya las generalizaciones y la realización
de operaciones mentales abstractas. Los conceptos se integran en sistemas de
proposiciones y se aprende a pasar de lo particular a lo general y de lo general
a lo particular. En esta etapa surgen sentimientos morales personalizados, como
la compasión o el altruismo, que exigen la consideración de la situación
concreta del otro como un caso particular de la aplicación de las normas.
Gracias a esto, la rigidez de aplicación de las normas y conceptos morales,
propia del estado anterior, desaparece, completándose el paso de la presión
adulta al control individual de la propia conducta. El adolescente formula
principios morales generales y los afirma de un modo autónomo frente a las
normas exteriores. El respeto a estas últimas se realiza de un modo personal.
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